Samstag, 3. November 2012

Los filósofos, el cine y los rinocerontes.


(El texto original está aquí)

            Los griegos antiguos distinguían cuatro tipos de amor: desde una simpatía por los conciudadanos ajenos que no compromete a nada, hasta el amor en el sentido mas elevado de esta palabra. Parece que acabo de descubrir, por casualidad, el quinto tipo. Ahora se lo voy a explicar.
            Mi querida se pone una sudadera rosada con capucha, esta capucha tiene como adornos unas cuerditas, uno  puede tirar de ellas para jugar. Pero no están allí para ello, es una pieza de ropa práctica ‒ mi querida se la pone a menudo, a lo mejor le gusta también jugar con las cuerditas. Se pone encima una chompa acolchada de color azul claro y un gorrito blanco. Puedo distinguirla en la muchedumbre desde una distancia de trescientos metros sin usar largavistas.
            La veo a menudo cuando paseo, simplemente paseo por la ciudad – de repente veo que está caminando delante de mí. Antes siempre la alcanzaba y cada vez al acercarme entendía que no era ella.
     Dicen que los rinocerontes son cortos de vista. Tal vez los rinocerontes a veces también se echen a correr detrás de alguien, pero después resulta que se habían equivocado. Creo que el rinoceronte lo tiene más fácil porque es dudoso que se sienta decepcionado por lo que pasó, lo más probable es que le da absolutamente igual a quién alcanzar. Un tiempo después entendí que uno no debe de asemejarse a un rinoceronte, hay que alegrarse desde lejos. Ya no me echo a correr, dejo a mi vista engañarme el mayor tiempo posible.
            En cambio, el rinoceronte nunca puede invitar a una chica al cine o a un café e incluso si lo hace, ella seguramente lo va a rechazar. Soy más feliz que el rinoceronte. Invité a mi querida al cine y ella aceptó. Pasamos dos horas uno al lado de otro, crujíamos con las papitas y nos reíamos. Me parece que la peli era una comedia. Busqué cómo los griegos antiguos llamaban la sensación cuando estás con tu querida en la oscuridad, vuestros codos se rozan, estás viendo una peli y escuchando cómo se ríe. Definitivamente es el amor, lo declaro basándome en mi experiencia empírica, no puede ser otra cosa. Una risa así llena el corazón con alegría hasta el tope, incluso un poco más. Y si aparte de eso sientes su codito a tu lado, no hace falta ninguna experiencia más.
            Ahora bien, resulta que en la Grecia Antigua no conocían un concepto así, es una paradoja sorprendente. En Grecia había más filósofos que hongos de miel sobre un tocón, pero nadie en toda la historia antigua se puso a pensar en cómo llamar una emoción tan conmovedora como la risa de la mujer amada. A lo mejor es porque en aquella época los cines no eran tan habituales, no lo sé. Pero da igual – ¿de qué servía el sinnúmero de sus deliberaciones filosóficas si no captaron lo principal?
            Cuando se acabó la peli, la acompañé hasta el cruce y nos despedimos allá. Ella se fue a su casa y yo me dirigí hacia la parada del bus. Los faroles estaban encendidos, a mi lado pasaba un tranvía, los perros ladraban contando sus cosas, las estrellas brillaban en los lugares que les correspondían, caía la nieve ligera. Todo alrededor fingía que era normal que las mujeres amadas se fueran en una dirección y los hombres, con el corazón lleno de todos los tipos del amor griego, en otra.
            Aunque tal vez sea normal. El corazón debe estar lleno siempre, tan lleno que tengamos miedo de suspirar para no derramarlo. Si el corazón está vacío, – ¿para qué sirve? Con el corazón vacío probablemente ni el rinoceronte correría detrás de nadie.
            Puede ser que a veces hay que tomar ejemplo del rinoceronte, correr detrás y gritar “¡No te vayas!” Pero sé que a ella no le va a causar alegría ver al rinoceronte, se lo digo basándome en mi experiencia. A nadie le va a causar alegría, sobre todo si es sabido que el rinoceronte no se equivocó. Ella piensa que es indiscreto correr detrás de las chicas que no lo quieren para nada. Puede ser que tiene razón, pero es triste. Busqué cómo los griegos antiguos llamaban este sentimiento cuando estás mirando cómo se aleja tu chica amada y no puedes correr detrás de ella, pero no encontré nada sobre esto. A lo mejor los griegos nunca acompañaban a las chicas después del cine o nunca se despedían de ellas. Si era así, entonces era la gente feliz y no entiendo cómo consiguieron ser filósofos.
            Es una lástima que ya hayan desaparecido los griegos antiguos, ahora me serviría un filósofo, experto en la clasificación de diferentes tipos del amor. Le preguntaría ¿cómo puede ser que es tan fácil alcanzar una chica parecida a tu querida, una cualquiera de las que no causan ganas de correr detrás, pero cuando se va aquella, la única, es imposible alcanzarla?
            Tan solo para encontrar la respuesta a esta única pregunta vale la pena hacerse filósofo. Aunque no sea uno griego antiguo.


Илл. Назарова